Año 2012. Primer partido de la serie de play-offs Bulls-Sixers en el United Center. Los Chicago Bulls ganan cómodamente faltando 1:22 para el final del partido. Toda la ciudad del viento lleva su camiseta, hasta Benny the bull lleva el número 1. Rose penetra por la derecha y aterriza mal, rompiéndose el ligamento cruzado anterior de su rodilla. Le espera más de un año en blanco. Todo el público enmudece. Desde ese fatídico momento, Rose ya no volvió a ser el mismo. La prensa de la ciudad de Al Capone no habló de otra cosa durante esos días. Los Bulls perdieron la serie, el anillo y a su MVP (el más joven de la historia de la NBA con 22 años) que podía haber marcado una época. Noah, Deng, Boozer…equipo de escándalo con un líder total.
Esa durísima lesión afectó al ex de la universidad de Memphis tanto física como psicológicamente y en Detroit, New York, Cleveland o Minnesota ya no pudieron disfrutar de todo su potencial. Solo pudieron ver pinceladas de un superclase, que no es poco. Y es que después aún tuvo que superar el calvario de otras lesiones adicionales (menisco, esguinces…) que cortaron por completo su recuperación total. (Sólo jugó el 46% de los partidos desde entonces)
En el estado de los mil lagos Derrick se vio un poco más al verdadero Derrick. Más suelto y fluido en la cancha, anotó 50 puntos en un partido contra los Jazz. Porque siempre amó el baloncesto. Pero las lesiones chafaron una de las posibles mejores carreras profesionales.
Aún así, Rose se retira hoy a sus 35 años con una media histórica -en 17 años de profesional- de 17.4 puntos y 5.2 asistencias por partido. Y con la cabeza muy alta. Porque otros lo hubiesen dejado muchísimo antes.