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El baloncesto como especie evolutiva: entrenar la adaptación desde la base (II)

¿Y qué pasa con el scouting en la formación?

En categorías de formación, el scouting no debería centrarse tanto en los patrones específicos de los rivales como en las decisiones, respuestas y necesidades de nuestros propios jugadores. Debemos observar cómo deciden, por qué toman ciertas acciones y cómo resuelven situaciones nuevas. El scouting debe centrarse en hacer visibles para ellos mismos las áreas en las que pueden mejorar, no simplemente anular una estrategia rival puntual.

Para que esto sea posible, primero debemos proporcionarles herramientas adecuadas. No podemos esperar que un jugador tome buenas decisiones si previamente no ha desarrollado recursos técnicos, tácticos y psicológicos que le permitan elegir entre diferentes soluciones.
Aquí surge una reflexión esencial:

¿Entrenamiento individual o entrenamientos individualizados?

La formación de jugadores jóvenes debería apostar claramente por este segundo enfoque: individualizar el entrenamiento. Esto implica analizar primero qué necesita cada niño o niña, qué recursos le faltan, en qué situaciones tiene más dificultades y cuáles son sus puntos fuertes. A partir de ahí, proporcionarle herramientas ajustadas y específicas que mejoren su capacidad de respuesta.

Esto requiere una gran capacidad por parte del entrenador formativo para individualizar el trabajo dentro del contexto colectivo. No es necesario sacar al jugador del entrenamiento grupal para trabajar de manera específica; al contrario, la clave está en dirigir las sesiones teniendo presente qué necesita cada jugador en cada ejercicio o situación planteada.

Para lograrlo, el entrenador debe dominar varias claves:

El scouting de nuestros propios jugadores se convierte así en una necesidad real para la formación y la mejora colectiva. Nos ayuda a reconocer puntos fuertes y débiles individuales, lo que a su vez permite diseñar entrenamientos grupales más eficientes y reveladores. No se trata de separar a los jugadores del equipo, se trata de integrar sus necesidades específicas dentro del trabajo global.

La clave de estos entrenamientos individualizados es precisamente su transferencia al juego. No sirve de nada entrenar habilidades técnicas o físicas si después los jugadores no saben cómo o cuándo utilizarlas en un contexto real de partido. Por eso, el entrenamiento individualizado debe plantearse desde situaciones próximas al juego real, permitiendo así que los jugadores experimenten, comprendan y finalmente transfieran lo aprendido a situaciones concretas de partido.

La consecuencia lógica de esto es una mayor capacidad de adaptabilidad. Al individualizar los entrenamientos y garantizar su transferencia real al juego, estamos enseñando a los jugadores a adaptarse con eficacia ante cualquier situación que surja. No se limitarán únicamente a reproducir movimientos aprendidos de forma mecánica, sino que serán capaces de identificar la situación adecuada para cada solución técnica o táctica adquirida.

El scouting entonces es una herramienta pedagógica clave que revela qué recursos específicos necesita cada jugador para crecer. Ya no se trata de anticipar patrones rivales, se trata de acompañar la evolución individual y colectiva, fomentando jugadores autónomos, capaces de adaptarse continuamente a las circunstancias cambiantes del juego.

Por @BballDadGuru

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