Querido Víctor:

Ahora que han pasado unos días desde que anunciaste tu salida del Nadunet Refitel Llíria, me he tomado el tiempo para pensar en todo lo que has dejado aquí. A veces, el reconocimiento llega tarde o se pierde en la estadística. Pero lo tuyo no puede quedarse solo en números. Lo tuyo va más allá.

Has estado tres temporadas al frente, en dos etapas distintas, la última de solo un año. Pero la duración no mide el impacto. Porque hay entrenadores que pasan sin dejar huella y otros, como tú, que imprimen carácter, trabajo y dirección. Que construyen, aunque no siempre se note desde fuera. Y tú, Víctor, has sido uno de esos.

Tu manera de entrenar ha sido constante, exigente, comprometida. Eres de los que exprimen lo mejor de cada jugador. De los que no se conforman con lo obvio. De los que entienden que un equipo no se mide solo por su talento, sino por su capacidad para competir, crecer y creer. Y eso lo has conseguido.

Bajo tu mando, el equipo logró algo que no se había conseguido en el Siglo XXI: ganar un partido de Playoff en Segunda FEB (antigua LEB Plata). Puede que para algunos solo fuera una victoria. Para los que entendemos lo que cuesta llegar ahí, fue un paso gigante. Un punto de inflexión. Un momento que demostró que este club podía volver a ser algo más. Que había un camino. Y tú ayudaste a trazarlo.

Más allá del resultado puntual, has sido quien dotó al equipo de un ADN propio. Un estilo. Una forma de competir que no dependía del marcador, sino de la actitud. Ese sello que nos devolvió la identidad. Aunque no estuvieras en el banquillo el año del ascenso, todos sabemos que gran parte de esa base se construyó contigo. Y eso, los que lo vemos desde dentro, no lo olvidamos.

Hay partidos que se quedan grabados. El que jugamos en Gandía, con siete puntos abajo a falta de tres minutos, y la grada volcada, fue uno de ellos. No solo por el resultado. Sino por la sensación de que el equipo nunca bajaba los brazos. De que creía. De que tenía alma. Esa alma la construyen los entrenadores que saben sembrar. Y tú sembraste mucho aquí, Víctor.

Tu paso por el club también significó un crecimiento. No solo del equipo, sino de la estructura. Profesionalizaste dinámicas, aportaste método y visión. Pusiste al Llíria en una senda más ambiciosa. Este año, mantener la categoría ya era un reto importante, y se logró. Pero para mí lo verdaderamente valioso ha sido algo más intangible: ese ADN que solo los que están cerca pueden reconocer.

Sé que no todo el mundo en la grada ha sabido valorar tu trabajo. Hay veces que el esfuerzo no se ve desde la distancia. Que el resultado tapa el proceso. Pero como entrenador y como aficionado, te aseguro que sí hay quienes hemos sabido ver lo que has aportado. Has sido un técnico metódico, serio, constante. Has ayudado a crecer al club justo en un momento clave, donde hacía falta estructura, compromiso y una dirección clara.

No todos los equipos tienen la suerte de contar con un entrenador que se deja la piel cada semana. Que convierte cada entrenamiento en una oportunidad. Que forma personas, no solo jugadores. Que entiende que el deporte también educa. Y desde ese lugar, quiero darte las gracias.

Gracias, también, por lo que me has aportado a mí. Aunque entreno en otro club, poder ver tus sesiones de los viernes ha sido un regalo. Me han hecho mejor entrenador. Me han abierto la cabeza. Me han recordado por qué hacemos esto: por pasión, por respeto al juego, por la obsesión de mejorar siempre un poco más.

Tu marcha deja un vacío, sí. Pero también un legado. Un equipo que sabe competir, una afición que ha vuelto a ilusionarse y una base sobre la que construir. No se puede pedir mucho más. Quedarse con la sensación de misión cumplida es algo que no todos pueden decir cuando se van. Tú sí.

Ojalá quien venga sepa construir desde lo que dejas. Ojalá los que critican desde la distancia se atrevan a mirar más allá del resultado. Ojalá sigas entrenando, porque este deporte necesita entrenadores como tú: trabajadores, serios, comprometidos con algo más que la victoria.

Te deseo lo mejor en lo que venga. Dejas una puerta abierta en Llíria, y aquí hay gente que sabrá esperarte si algún día decides volver.

Gracias, Víctor. Por tu trabajo. Por tu dedicación. Por dejar una huella que, al menos para algunos, es imborrable.

Con respeto y admiración,
Un aficionado (y entrenador) que ha sabido ver tu trabajo