Serbia y Estados Unidos se enfrentaban en el segundo enfrentamiento de semifinales de los Juegos Olímpicos de París, y prometía ser un choque de titanes. El ambiente estaba cargado de expectativa, y desde el salto inicial, balcánicos y estadounidenses mostraron sus cartas.

El partido comenzó con el habitual ambiente distendido del equipo estadounidense, que se presentaba con su estilo relajado y desenfadado. Las risas y la camaradería eran evidentes en la cancha, pero también lo era la inspiración de Stephen Curry, que desde el primer minuto dejó claro que estaba en uno de esos días en los que todo le sale bien. En apenas tres minutos, Curry ya había convertido 3 de 4 intentos desde la línea de tres puntos, encendiendo las alarmas en el banquillo serbio.

Sin embargo, Serbia no se dejó intimidar. Los balcánicos, con una concentración absoluta, se mantuvieron fieles a su plan de juego, conscientes de que para vencer a los norteamericanos tendrían que ejecutar a la perfección. Con Nikola Jokic como eje de su ofensiva, Serbia comenzó a encontrar ventajas en cada posesión.

Avramovic, especialmente motivado, atacaba sin descanso la defensa de Curry, forzando situaciones de uno contra uno que lograba convertir o asistía a compañeros para tiros abiertos. El porcentaje de acierto de Serbia era altísimo, y esto se reflejaba en el marcador. Al final del primer cuarto, el equipo europeo había logrado tomar la delantera con un sorprendente 23-31.

El segundo cuarto fue una extensión de lo que se vio en el primero. Serbia continuó moviendo el balón con fluidez, encontrando siempre al hombre mejor ubicado para el tiro exterior. La circulación del balón serbia fue impecable, y esto, sumado a la superioridad física y técnica de Jokic y Milutinov en la pintura, resultó en una serie de canastas fáciles y segundas oportunidades tras capturar rebotes ofensivos.

Los estadounidenses, que ya habían perdido la sonrisa inicial, comenzaron a elevar su nivel defensivo. LeBron James, Joel Embiid y Curry intentaban mantener a su equipo en el partido con acciones individuales brillantes, pero la realidad era que no encontraban la fórmula para frenar a Jokic, quien se había convertido en una auténtica pesadilla para la defensa norteamericana.

Al descanso, Serbia mantenía una ventaja sólida, y la sensación en el estadio era de sorpresa,
pero también de admiración ante la exhibición de baloncesto que estaban ofreciendo los
europeos. Los estadounidenses, heridos en su orgullo, salieron a la cancha con una intensidad renovada,
especialmente en defensa. Jrue Holiday, clave en la presión sobre el balón, lideró el esfuerzo
defensivo que comenzó a ahogar la fluidez ofensiva serbia.

A este esfuerzo defensivo se sumó un Stephen Curry simplemente imparable en ataque. Con su precisión quirúrgica desde la línea de tres, Curry continuó perforando la defensa balcánica, manteniendo vivo el sueño americano.
A pesar de la mejora estadounidense, Serbia no se amedrentó. Bogdanovic y Jokic seguían siendo una amenaza constante, manteniendo a su equipo en la pelea. Sin embargo, el ritmo elevado del partido parecía favorecer a los norteamericanos, que comenzaron a recortar la diferencia punto a punto.

La aparición de Vasilije Micić y el acierto desde el perímetro de Guduric y Dobric permitieron a los serbios resistir la embestida. Gracias a estas actuaciones, Serbia logró conservar una ventaja de 13 puntos al final del tercer cuarto, habiendo ganado los tres primeros parciales y manteniendo viva la esperanza de una histórica victoria. Un partido hasta el momento, prácticamente perfecto.

El último cuarto, sin embargo, trajo consigo una avalancha estadounidense. Con la presión defensiva al máximo, los norteamericanos dificultaron cada salida de balón serbia, forzando errores y haciendo que los tiros que antes entraban con facilidad, ahora fallaran.

La defensa estadounidense se tornó impenetrable, mientras que en ataque, Devin Booker, Kevin Durant y
el descomunal Stephen Curry—quien terminó el partido con 36 puntos—siguieron castigando desde el perímetro.

La entrada de Milutinov ayudó a Serbia a controlar mejor los rebotes, pero el desempeño de Joel Embiid, que anotó 19 puntos, fue crucial para quebrar la resistencia en la pintura de los europeos. A pesar de los esfuerzos de Jokic y Bogdanovic, que siguieron luchando hasta el final, la dirección y el liderazgo de LeBron James—quien completó un triple-doble—terminaron por sentenciar el encuentro.

Aunque el último cuarto fue desfavorable para Serbia, que vio cómo se esfumaba su ventaja y con ella, sus sueños de victoria, este partido probablemente pasará a la historia como uno de los encuentros en los que un equipo europeo estuvo más cerca de derrotar a uno de los mejores «Dream Team» de la historia. El mejor, según Pesic.