Se avecinan tiempos muy convulsos para la NBA tras las últimas detenciones de entrenadores y jugadores por supuestas participaciones en tramas ilegales de apuestas. Vayamos por partes.

Chancey Billups, actual entrenador de los Blazers, está acusado de participar en partidas de póker ilegales respaldadas por familias del crimen organizado.

Terry Rozier, jugador NBA en activo, ha sido acusado de fraude después de decirle a un amigo que se retiraría de un partido antes de tiempo. Así su amigo podría apostar. En el 2023 ya fue investigado sin consecuencias legales. Estos días se ha rescatado en las redes sociales un vídeo con los “highlights” de un partido suyo cometiendo errores garrafales en ataque que han dado mucho que pensar a los aficionados (y no aficionados).

Y por si fuera poco, todo esto ha salpicado hasta al mismísimo Lebron James. Damon Jones, jugador retirado que jugó con Lebron y posteriormente lo entrenó en los Cavaliers, está también acusado de compartir información confidencial del equipo con fines ilegales.

En febrero del 23, días después de que Lebron batiese el récord histórico de anotación de la NBA en casa, sufrió una lesión de tobillo. Antes de aparecer como “not available” en el injury daily report, Jones avisó a otro cómplice anónimo de que apostase por el otro equipo al que se enfrentaban los Lakers, en este caso los Milwaukee Bucks, antes de que saliese la luz esa información.

El FBI es un cuerpo policial muy seguro de lo que hace antes de detener a alguien. Esto no es ninguna broma, vaya. Un panorama triste y desolador puesto que hay amplias acusaciones formales que afectan a varios ámbitos de la Liga.

Aficionados en primeras filas presionando a jugadores para no perder dinero en lo que han apostado se ha convertido en el pan de cada día, las apuestas se han convertido en un hábito generalizado a una escala enorme. El número de ellas por partido crece exponencialmente y, lo que es más preocupante, están condicionando claramente la competición. La NBA debe tomar, de una vez por todas, medidas contundentes y no mirar para otro lado. Pero… ¿será esto posible?

Hablemos un poco de Adam Silver. Su decisión de convertir los play-offs del Covid en un parque temático en favor del Black Lives Matter le costó serios perjuicios económicos a la liga en cuanto a pérdida de sponsors y público que se pasó a otras competiciones. Silver defendió la legalización de las apuestas (hasta hay un artículo suyo del New York Times en el 2014) argumentando que las apuestas legales tendrían el efecto positivo de sacar a la luz conductas delictivas, pero nada más lejos de la realidad. Ha conseguido justo lo contrario.

Ahora mismo está intentando lidiar con una violación de reglas financieras por parte de un equipo propiedad del mayor propietario de la liga. Y lo que es peor, se ha pasado gran parte de la década mirando hacia otro lado en los escándalos de apuestas. Este no es el primero. (Y los que quedan…) Mientras, el “tanking” sigue a la orden del día, con varios equipos dejando en el banco a jugadores importantes para poder obtener el puesto más alto de selección en el draft. Caldo de cultivo para más apuestas. De las drogas, recreativas y de dopaje, mejor ni hablar. La NBA se han convertido en un saco de corrupción sin control. Silver busca el aplauso fácil de los medios y se muestra cercano con el aficionado, pero su gestión ha dejado mucho que desear.

La NFL ya ha suspendido a varios jugadores por apostar en partidos. ¿Y la NBA?